AMAPOLAS

 

Amapolas-6

«…dejándola con vida en el campo, vino a brotar en sus labios, para eternizarse ante sus ojos»

Aquel día sintió la necesidad de escapar de lo cotidiano, de liberarse de sus obsesiones y tratar de dominar su alma desde la naturaleza, quizás sin darse cuenta de que esa contemplación, sin pretenderlo, pudiera reconducirle a través de su introspección, al bucle de sus pasiones, por su falta de valor para tratar de hacer prevalecer la razón sobre ellas, lejos del estoicismo necesario a ese fin.

Su huida, más pareciera la búsqueda de un atisbo sosegado de «felicidad», en la que no creyó nunca o acaso por breves instantes, tratando de encontrarla en la percepción del orden y la belleza natural, aunque fueran momentos, pero más allá de sus ataduras anímicas.

Llegando con su vehículo a lo más alto de una sierra agreste y tan hermosa como inaccesible, tras cruzar barrancos y viejos restos mineros, arribó no sin dificultad, hasta un collado donde vertían las aguas.

Hacia el norte, más del  abrupto paisaje y lejanos campos de labor y, al sur,  las estribaciones hasta ser bañadas en la lejanía por un mar impecablemente tranquilo, como si hubiera adivinado que ese día, sería el marco dorado de cualquier contemplación.

En lo alto, junto a las ruinas de un viejo caserón de orientada fachada a “Orán”, cercado  de pequeños abancalados con viejos surcos de antiguas roturaciones, observó como éstas todavía, acogían el crecimiento de famélicas espigas de cereal, sobreviviendo al abandono y la asfixiante agresión de florecillas silvestres y herbáceos de todo tipo.

La brisa del sur, cálida y agradable, sometía a un ejercicio o baile constante a toda la alfombra de plantas y arbustos a su alrededor. Relajado, encendió un cigarro sentado sobre un risco, de tal forma de que, contemplando casi en  perspectiva horizontal la colorida acuarela de aquellas plantas, a la vez se embriagaba de la aromática primavera en la montaña, con el telón de fondo del calmoso mar.

Sorolla-1Por un momento se imaginó dueño de la luz de “Sorolla”, de los coloridos campos de “Monet” o del espíritu oriental y sabio de las pequeñas espigas, defendiéndose de la brisa hostigante.

No pudo encontrar uno solo de estos tallos, roto o quebrado, observando cuando arreciaba el viento, como estos se arqueaban dócilmente, para emerger de nuevo con más frescura y brío, cuando la calma se hacía presente y así con ellos, aleccionadas, el resto de florecillas.

Se preguntaba porque entre su especie, no existía ese punto de prudencia y sabiduría. Cómo eran incapaces de aprender de la propia naturaleza sus mensajes en aciagas circunstancias y,  ante la adversidad o el blindado muro imposible  de sus deseos, empecinados, llegaban hasta sucumbir en la derrota, sin capacidad de contemplar otros escenarios, ni poder escapar del cerrado circulo de sus continuos errores.

A la vista de su contemplación, el pequeño y verde tapiz lucía incrustado de flores silvestres multicolores y pequeñas margaritas blancas o amarillas y, entre todas ellas emergiendo en belleza y dimensión, exultantes amapolas que, en diversos tonos de pétalos anaranjados o rojo profundo, contrastando con el telón esmeralda del lejano mar, se le antojaba la visión plena de la vida propiamente dicha.

Las pequeñas margaritas le transportaron a cuantas veces las deshojó preguntándose,  en los amores de su niñez, si era correspondido.

Las amapolas, se le antojaban labios de sus amores adolescentes y obsesiones tardías, del anaranjado al rojo, según crecía la pasión y se instalaba en su ser el deseo.

Amapolas-7Próximo a él, una de ellas de mayor presencia y rojo de hiriente  hermosura, le invitaba a ser suya, acariciar sus delicados pétalos y provocar la tentación de, cortándola, llevarla con él.

Pero ¿cómo podría acabar con la vida de una de las más hermosas y frágiles flores de la naturaleza, de existencia tan efímera? Sería como «segar» una parte del recuerdo de cada una de las pasiones vividas, de esa fuente de los besos gozados.

Perdido el control en ese momento para su necesitada evasión, terminó rindiéndose una vez más a su escenario cotidiano tal que, de las nostalgias, saltó al presente más emocionado.

Volvió a los brazos en los que nunca estuvo, a los labios tan distantes como deseados, a imaginar circundar el mundo imposible de su cintura, perdiéndose en cada rincón de su cuerpo. No tenía escapatoria.

Embebido en la belleza del entorno, pero derrotado por la realidad inexorable, tomó camino de vuelta, aún temprano, al cada día de su vida, tratando  de escapar en su pensamiento de la constante llamada de su afán quimérico.

Por la tarde, una vez en el viejo bar de siempre y ante un “escocés” sin hielo, fiel amigo en el desánimo, de repente y sin esperarlo, aquella imposible mujer  de oscuro cabello y blanca palidez, a poca distancia se dejaba ver, segura y deseosa de ser contemplada.

Su boca, del más incendiario carmín, le recordó aquella amapola, que dejándola con vida en el campo, vino a brotar en sus labios, para eternizarse ante sus ojos.

Campo de amapolas-1-Editada

* Música: Versión sinfónica de «O mio babbino caro» – Giacomo Puccini.

7 comentarios en “AMAPOLAS

  1. Ya revolotean los paisajes y olores de la primavera, pero para aquellos soñadores no hay estación que valga para subirse a ese deseo alto y contemplar la luz, el paisaje, las flores, el mar y narrarlo como haces…eso es felicidad y existe realmente. Quizá la tengamos a nuestro lado y no la sepamos apreciar, puede ser. La música propia del más poético de los relatos. Un abrazo.

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  2. En términos relativos, existe todo.
    En lo absoluto, solo la naturaleza reina y, acercarse a ella, es una forma de sublimación del ser humano, aunque sea un camino sin fin e imposible, por lo que merece más la pena el ansia de aventurarse en él.
    Da igual la estación del año. Siempre estamos huyendo con la escusa de su advenimiento.
    Pero nos queda la palabra: y las tuyas, son siempre elegantes y generosas.
    Otro abrazo para ti.

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  3. Siempre he sabido y sospechado de tu enorme sensibilidad y sentimiento y este relato me lo confirma olímpicamente. Yo creía que esa sensibilidad y sentimiento sólo era para la música, pero con relatos como éste nos descubre a una persona dotada claramente para el difícil arte de escribir. Saber contar historias es loable, pero sabee contar sentimientos, cómo es el caso, es SUBLIME .
    Sigo leyendo, por lo que veo me quedan buenos momentos que pasar.

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