JACOB y la reina Scota

«Tú y los tuyos seréis quienes bendigan cualquier prole sobre el mundo…»

Isaac-recibe-a-RebecaYahvé ya lo había advertido a Isaac y Rebeca, que siendo estéril, gozó de su bendición haciéndola concebir al tiempo que en una aparición a esta, le revelaría:

“En tu vientre hay dos naciones
Dos pueblos que se apartarán desde tus entrañas
Uno será más fuerte que el otro
Y el mayor servirá al menor”.

Tuvieron dos hijos mellizos, Esaú y Jacob, el  primogénito cazador y preferido de su padre y el segundo dedicado al ganado, del gusto de su madre. Ambos siempre entre rencillas, sin más motivo que los derechos de primogenitura.

Esaú despojado de estos por Jacob a cambio de un plato de lentejas, prometió matar a su hermano una vez muriera su padre Isaac, por lo que este huyó a la tierra de Jarán, a la casa de su tío Labán.

Esau y Jacob-1Abandonando Berseba,  en su huida hacia el norte, mucho antes de llegar a Jarán y habiendo anochecido, se dispuso a dormir sobre el suelo, tomando una piedra como cabecera.

Rendido por el cansancio, soñó con una gran escalera que desde la tierra al cielo, era transitada por los ángeles de Yahvé. Este se encontraba en lo más alto y dirigiéndose a Jacob, le dijo:

“Yo soy Yahvé, el Dios de tu abuelo Abraham y el de tu padre Isaac.
Te entrego la tierra donde yaces, para ti y tus descendientes.
Estos serán tantos como el polvo de esta misma tierra y se extenderán de oriente a occidente y de norte a sur.
Tú y los tuyos seréis quienes bendigan cualquier prole sobre el mundo.
Donde quiera que vayas, estaré a tu lado y te daré protección, ayudándote a regresar a esta tierra.
Estés donde estés, no os abandonaré hasta terminar cuanto te prometo”.

Al despertar del sueño, Jacob sorprendido, exclamo: “¡Yahvé está en este lugar, conmigo, esta es la casa de Dios, la puerta del cielo!”.

Entonces tomó a la que  llamarían “Piedra de Jacob”, su cabecera durante el sueño e irguiéndola en altar, la untó de aceite ungiéndola como ofrenda a Yahvé. Aquel lugar de nombre conocido como Luz, Jacob terminó llamándolo Bet-el.

jacob-lia-raquel-1Pasado un tiempo, siempre acompañado y al amparo de la piedra,  llegó a la tierra de Jarán, donde vivía su tío Labán, siendo bien recibido y donde tras siete años de trabajo para él, se desposó con sus dos hijas.

– Deberías conocer nuestras costumbres – argumentó Labán – No puedo darte a Raquel si no he casado primero a la mayor de mis hijas Lea y tú lo sabes.

Jacob despreció a Lea, fruto de la imposición, mientras que a Raquel la amó sin límites.

Tuvo con ellas y alguna de sus sirvientas, además de algunas hijas, doce hijos varones de los que solo José y Benjamín fueron de Raquel, muriendo en el parto de este último.

José, el favorito de Jacob desde muy niño, sufriría las envidias sus hermanos y a  tal llegó la aversión, que fue abandonado por ellos en el desierto, diciendo a su padre haber sido devorado por las alimañas.

Mientras tanto, Israel, la gran nación de las «doce tribus», luego con los nombres de diez de los hijos  de Jacob y dos hijos de José, se iría conformando lenta e incontestable, haciéndose realidad el sueño que el patriarca tuvo en Bet-el , con la bendición y designios de Yhavé.

En razón de que en Canaán, por aquel tiempo, se desató un largo periodo de sequías y penurias, Jacob y sus tribus conocieron que más al sur, en el gran delta del rio Nilo, era un lugar de abundancia, de fácil  colonización por el estado convulso y falto de autoridad en estas tierras por entonces. En aquellos momentos, miraron a Egipto.

Hebreos-antiguos en Egipto-1Al contrario de lo que conocemos, el pueblo hebreo probablemente nunca fue esclavo de los egipcios. Estos, si los hubo y salvo algunas excepciones, eran prisioneros de guerra o delincuentes comunes, propiedad del faraón. Sus grandes obras fueron realizadas por personas libres, si bien obligadas a trabajar  por un salario durante un tiempo al año y en beneficio de su rey.

Conocido el desgobierno y fragilidad del imperio egipcio, muerto el faraón Amenemés IV sin descendencia masculina, su hija no fue aceptada por el pueblo y menos aún por los sacerdotes, dando paso a una guerra civil y convirtiendo las ricas tierras del Nilo oriental, en fácil objeto del deseo para los pueblos semitas que orillaban el desierto.

Los hebreos aún siendo grandes guerreros, sin encontrar oposición, las fueron ocupando poco a poco de forma pacífica, animados por la posesión de la “Piedra de Jacob”, que los protegería y guiaría.

Al principio, a los egipcios, no les inquietó la presencia de cananeos y otros a los que llamaban en su generalidad hicsos, hasta que vieron como levantaban fortalezas y que, tras casi un centenar de años de ocupación, proclamaron su propia dinastía y faraón en la persona de El-Welid, lo que provocó la guerra con el faraón de Memphis.

El viejo ejército egipcio, anticuado e insuficiente, cayó  derrotado ante los hebreos y semitas.

Jacob y sus hijos se reencontrarían con José, de importante cargo en Egipto, y tras recibir sus hermanos el perdón por haberle abandonado a su suerte en el desierto, ellos y sus descendientes, habitaron lo mejor de las vegas del Nilo, en Gosén, la margen oriental del delta del rio, abarcando desde zonas mediterráneas hasta el Mar Rojo.

El pueblo hebreo, prosperando y multiplicándose pero sin mezclarse con otros, comenzó a levantar recelos y a ser considerado su establecimiento como peligroso al dividir Egipto en dos: Los hicsos de Avaris y el faraón de Tebas Sekenenree-Táa.

Pasaron muchos años desde la derrota egipcia por los pueblos invasores. El ejercito del faraón  se había rehecho y al que también se sumaron la soldadesca nubia.

Coincidiendo con esta nueva situación, la tierra sufrió temblores y terremotos acompañados de periodos de sequía y plagas que afectaron vidas y cosechas.

ejercito_egipcio-1El faraón egipcio, aprovechando este caos,  lanzó sus ejércitos en una poderosa ofensiva derrotando a los hebreos y demás, que a su vez también en el norte, fueron atacados por los hititas, acabando con la hegemonía semita.

Hasta esos días, habían gozado del amparo de la piedra ungida que Jacob trajo consigo desde Bet-el , pero por primera vez, se encontraron sin su protección, pues en tiempos de José o quizás perdida en la guerra por Moisés, ésta pasó a poder egipcio, donde la conservaron con el mismo respeto y fe, que le otorgaron sus originales poseedores.

La “Piedra de Jacob”, ahora en manos del faraón, no pudo proteger en esta ocasión a aquellos antiguos conquistadores, que tuvieron que huir de Egipto guiados por Moisés, para no ser verdaderamente esclavizados.

Los terremotos y tsunamis acaecidos en ese tiempo, dejaron en lastimoso y diezmado estado al ejército del faraón cuando perseguía a los hebreos en su huida. A esto se sumaron  nuevas  luchas internas por el poder a su muerte, a la vez que su territorio fue invadido, desde el sur, por la milicia etíope.

Pero nada impediría seguir escribiéndose la historia y expansión de este pueblo, como Yahvé predijo desde lo alto de la “escalera del cielo”, aquella noche, al dormido Jacob en Bet-el.

Arribó entonces a Egipto, convulso todavía el imperio, Geythelos un joven rey que exiliado desde Neolus, tierra griega, prosperó en la corte del faraón de entonces, quien tenía una única  hija, la princesa Scota.

Scota-2El griego no solo progresó al servicio del faraón, si no que se enamoró perdidamente de Scota, a la vez pretendida por nobles y sacerdotes del inestable imperio,  no obstante, logrando finalmente desposarse con ella. Esto provocó cierto ambiente cismático en el reino, que se agudizó a la muerte de su padre, el faraón.

La bella Scota sin duda fue, además de princesa, una mujer inteligente de fama resolutiva y preparada para gobernar por su padre, al no tener hijo varón.

Pero el hecho de su condición femenina, cuanto menos y en múltiples ocasiones de la historia egipcia en aquel tiempo, siempre fue discutido por aspirantes al trono de cualquier índole y que utilizarían cualquier método para impedir la llegada de una mujer al poder .

Princesa y heredera dinástica, además ligada a un rey extranjero, eran un objetivo a eliminar por otras dinastías pretendientes al trono.

Al abrigo de estos temores, Geythelos, propuso a su esposa organizar su huida y la de sus fieles, antes de ser irremediablemente asesinados.

– Scota… – se dirigió a ella – hemos de encontrar una tierra amable, de suaves colinas y fértiles pastizales, donde no será difícil imponer nuestra cultura milenaria entre los pueblos primitivos que pudieran habitarla.

… Allí princesa – prosiguió Geythelos, esperanzando a su esposa – serás la reina que debiste ser en tu país del Nilo.

… Contrataremos pilotos fenicios – insistió el griego – que conocen los confines del mundo y en sus fuertes embarcaciones de cedro del Líbano, podremos llegar hasta alejadas tierras desconocidas.

… Los egipcios – siguió – solo son navegantes de aguas someras y débiles embarcaciones y aquellos, son los únicos que garantizarían la travesía de mares conocidos y otros ignotos.

– ¡Sea así! Los dioses te escuchen – contestó Scota – y que la “Piedra de Jacob”, con nosotros, nos acompañe, guíe y proteja.

La princesa, con el griego Geythelos y el hijo de ambos Hibernia, abandonaron Egipto junto a un séquito de más de mil personas.

piedra-scone-2Egipcios, griegos y semitas fieles a su servicio, fueron al exilio, no sin llevar con ellos la sagrada piedra convencidos de su protección y guía, siendo así como la genética del pueblo del viejo patriarca se embarcó en las naves fenicias, para hacer realidad la revelación y promesas de Yahvé a Jacob en su sueño, sobre el destino y expansión universal de su prole.

Medio perdidos navegando y tratando de encontrar el que pensaban pudiera ser su destino, llegaron a la vasta y hostil tierra del sur de Iberia y tras un dificultoso paso entre las Columnas de Melkart o de Heracles, donde fenicios y griegos suponían el fin del mundo conocido, siguieron navegando.

Cruzado el estrecho y tras recorrer hacia el norte la costa atlántica hasta la esquina más al noroeste de la península, obligados a buscar amparo de las tormentas y el mal tiempo, desembarcaron y en su primera acción colonizadora, tras someter a la escasa población celtalos egipcios fundaron el poblado de Brigantia.

Este primer y avanzado grupo conquistador, daría lugar al pueblo de los «milesianos», reconocido posteriormente en cada una de sus incursiones, como los guerreros que llegaron de Iberia.

Unos años en este asentamiento y crecida su población, la princesa Scota junto a su esposo y parte de sus gentes, quedaron seducidos por leyendas que sus pilotos fenicios contaban sobre unas islas más al norte, llamadas Casitérides. 

Según estos avezados navegantes y noticias de exploradores  griegos, en secretas confesiones, aquellas islas además de ricos metales, albergaban fértiles tierras y praderas.

– ¡Esta es  la “Piedra de Jacob”, la “Piedra del Destino” !– como comenzaron también a llamarla – La que nos  guía y proteje,  llevándonos sin duda  al fin de nuestro exilio. ¡Partamos…! – arengó Scota a sus gentes, decididos, este segundo gran grupo de «milesianos», dejar Iberia.

Muchos fueron los días de navegación costeando el norte peninsular y  la Celtica, cuando avistaron, al oeste y no muy lejanas, las islas Casitérides, a las que tuvieron que llegar cruzando un amplio estrecho y  situándose al sur de las mismas.

barco fenicio-1Una fuerte tormenta los conduciría, bordeando la gran isla hasta su extremo más occidental, donde para protegerse de los vientos, viraron un tormentoso cabo hacia el norte, recorriendo esta vez la costa de poniente de la recién tierra descubierta.

Ante su sorpresa, se encontraron en la embocadura de otro gran canal que separaba la isla  descubierta, de una segunda también aparentemente de gran tamaño, a occidente de la primera.

Las corrientes y un mar más apacible, los condujeron por el nuevo canal hacia el norte, deslumbrados por una costa de grandes playas, suaves colinas y prados interminables en el litoral oriental de la segunda isla descubierta.

La gran “Isla Verde”, como la llamaron, se prepara para recibir la modernidad de un pueblo “los milesianos”, que procedentes de Iberia, arribaron con sus barcos fenicios, decididos a imponer su cultura y  la conquista de una nueva patria.

Tras el desembarco, cerca de un rio y una colina llamada “Tara”, se establecieron, creando un núcleo que prosperó tras derrotar a los autóctonos, de la mano de la que fue su primera reina, la egipcia Scota.

Desde su salida de Egipto y llegar a Iberia fundando Brigantia al noroeste de la península, el segundo grupo de «milesianos» con la princesa Scota a su frente y con la “Piedra de Jacob” en sus manos, se establecieron en la hoy Irlanda.

Unos años más tarde, la misma noble egipcia, junto a un tercer grupo de su mismo pueblo, desembarcó en la otra isla al oriente, en tierra a la que llamaron en su honor, “Escotia” y tras vencer a los “pictos”, sus seguidores la hicieron jurar como su Reina sobre la “Piedra de Jacob o del Destino”, la hoy también llamada “Piedra de Scone”, por su posterior custodia, durante siglos, en una abadía del mismo nombre.

Los hijos de “los milesianos”  llegados desde Iberia, descendientes de la princesa del Nilo y de los mil acompañantes egipcios, fenicios y semitas, que junto a ella abandonaron Egipto, aquellos guerreros, no fueron otra cosa que el germen del pueblo escocés.

Jacob nunca imaginaría, que su sueño, de la mano de la reina Scota y hasta esos confines, sería de tal realidad y del modo como le prometió Yahvé:

“Yo soy Yahvé, el Dios de tu abuelo Abraham y el de tu padre Isaac.

Te entrego la tierra donde yaces, para ti y tus descendientes.

Estos serán tantos como el polvo de esta misma tierra y se extenderán de oriente a occidente y de norte a sur…”.

Simbolos_Reales_Escocia-1

Tampoco nadie podría sospechar que, “La Piedra de Jacob”, aquella  que al patriarca   sirvió como cabecera en su sueño de Bet-el,  hoy podemos contemplarla en el Castillo de Edimburgo, como parte de “Los Honores de Escocia”, símbolo nacional sobre la que jurarían, en su coronación, los sucesivos reyes escoceses.

La tumba de Scota la gran princesa egipcia, primera reina de Irlanda y Escocia, que posibilitó y engrandeció sin sospechar el sueño expansivo de Jacob, se encuentra en la región irlandesa de Glenn Scoithin, en el “Valle de la Pequeña Flor» o «Grave of Scota”, donde volvió para morir, según la hermosa leyenda de su pueblo.

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