VERANO del 42

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«La vida es lo que sucede, mientras hacemos planes…»

Temprano para experimentar profundos deseos, estos ya comenzaban aflorando y, aún sin entenderlos, presagiaba que algo habría de sucederle o que estaba camino de ello, como a cualquier joven de su edad y, en especial, dada su gran sensibilidad.

En el modesto cine de un pequeño pueblo pesquero de veraneo, se exponía una película de apariencia romántica, una historia en tiempos de guerra, donde el protagonista era apenas un muchacho.

Quizás por ello, llamada su atención, decidió en aquella tarde aburrida con poco que hacer, ir a verla mientras llegaba la hora de encontrarse con sus amigos, entrada la noche, cuando el calor se haría menos agobiante para sus correrías.

Desde el principio se encontró cómodo, identificándose fácilmente con aquellos jóvenes entregados a sus juegos e intrigas veraniegas, hasta que llegó el instante en que, como Hermie, el «quinceañero» protagonista, descubriría a Dorothy, una joven esposa que con su pareja, veraneaba en una casita en la playa y de la que se enamorarían tanto, actor como espectador.

Nada más verla aparecer en pantalla, fue tal el impacto que le produjo la bella joven, que le pareciera despertar por segundos todos los sueños, sentimientos y deseos que una mujer pudiera provocar en un hombre, plena categoría esta, que parecía haber alcanzado en la contemplación de la hermosa Dorothy, en el transcurso de la película.

Prendado de la delicada belleza de la joven, apenas hubo atención para otra cosa. Se le antojaba el sueño de cualquier joven de su edad, el suyo propio, rendido a la esplendidez de aquella mujer en la plenitud de su vida.

Los ojos de Dorothy, de un sereno marrón almibarado, su cutis sedoso lleno de dulzura y atracción inevitable, no dejaban en su contemplación espacio otro alguno.

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Fuera de ella, comenzaría a no haber nada.

Podía haber vivido pequeñas como tan breves aventuras, pero hasta ese momento y en la irreal distancia que supone tratarse de una mera película, jamás imaginaría un universo tan candoroso, romántico, lejos de lo ordinario y, donde sin duda alguna, pareció encontrarse inocente, enredado entre el deseo de sus sueños.

El primer y sólido enamoramiento en su vida, tal como Hermie, el protagonista del film que atrapó a ambos para siempre y que lo sumiría en un estado de melancolía, que por su naturaleza, no tendría fin.

Avanzada la película, tras la accidentada viudez de ella y su consiguiente soledad, el acercamiento progresivo del muchacho, llenando vacíos emocionales, llegaría a eclosionar en el más sensual y delicado instante.

La explosión de sentimientos y gozos imposibles jamás imaginados, en la mera contemplación, le pareció su verdadera iniciación sexual, la más delicada y hermosa, a cuyo recuerdo quedaría atado para siempre.

En su mente ya no habría más lugar que para Dorothy, haciendo suyo el dolor de Hermie, en la carta de su despedida, pero esperanzado en que cualquier día futuro, el destino le depararía alguien como ella.

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Aquella noche, tras el cine, apenas hubo conversación con sus amigos, ni se sumaría al plan de siempre tras las chicas por las solitarias playas, donde trataban de conseguir en sus primeros escarceos, poco más que juegos al borde de la inocencia.

Pasaron años de aquello y llegada su madurez, el recuerdo de aquella tarde de cine en el verano de su adolescencia, perduraba en él de forma tan presente como intensa. Aunque había ido aprendiendo que la vida podía sorprenderle en el momento más inesperado, solo le reconfortaba la esperanza de reencontrarse con su fantasía, con la que subsistía en constante compañía.

Mientras, la calidez de sus brazos serían refugio de tantas aventuras, donde iría descubriendo, sin pretenderlo, que su propia búsqueda era camino transitado por más gentes entregadas a poco más que a su fogosidad,  revelando finalmente meras quimeras de escasa profundidad, desvanecientes en poco más de los instantes precisos.

Obsesionado, su vida discurría con más o menos acierto, pero siempre en la frágil esperanza de vivir aquel sueño de juventud, que lo había marcado irremisiblemente, haciéndolo sentirse a veces tan seguro como inseguro o importante como insignificante, en manos de aquella visión.

Su hermeticidad, no consentía apenas intimidad alguna que pudiera desplazarlo de su universo onírico, ni impedir que, ella, la mujer de los conmovedores ojos de almíbar y dulce expresión, se interpusiera en toda experiencia, como un arcoíris insertado entre los cuerpos, arrebatando para sí y, su inevitable imaginación, todo el gozo del momento.

Harto de «vivir», una tarde tras el trabajo, condujo su vehículo hasta una cercana cafetería, donde ahogaría en una fría cerveza su cansancio, a la vez que trataría de poner orden a un fin de semana que se presentaba, como su vida, desesperanzada y llena de incertidumbre.

En ese instante y a pocos metros de su mesa, llegaron unos chicos jóvenes y, entre ellos, una muchacha de hermoso oscuro pelo que, al retirar las gafas de sol de su rostro, mostró una mirada luminosa, dedicándosela a él, sin disimulo alguno.

Mientras aguantaba sus ojos enfrentados, de repente y como casi siempre sucedía, Dorothy, se hizo presente en su cabeza evocando las palabras en su despedida a Hermie, pero que sorpresivamente, en esta ocasión, le parecieron ser dirigidas a él, a modo de un adiós generoso, definitivo y liberador, en lo que le pareció un instante curioso.

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Lo que años atrás en aquel cine, casi le arrancó  lagrimas al unísono del joven desafortunado protagonista, le sorprendió esta vez, no sentir la melancólica tristeza de aquel recuerdo.

Súbitamente se preguntaría porqué nunca antes y desde hacía tanto tiempo, no sintió como hoy, la extrañeza ni el deseo de encontrarse ante alguien tan especial como la joven recién llegada, de la que no podía desviar su atención a la vez que le despertaba inusual deseo y curiosidad.

Decidido como nunca y sin saber de dónde obtenía la fuerza necesaria, se acercó al grupo con la excusa de pedir fuego cuando, tras dárselo e invitado a sentarse con ellos, lo haría sin disimulo alguno, junto a la muchacha de los ojos imposibles.

– ¿Planeando el fin de semana, como nosotros…? – le preguntaron.

– Si, algo parecido… – les contestó mientras cruzaba su mirada con aquella chica – siempre hago planes…, pero luego no resultan.

En ese instante y observándolo complacida, aquella mujer de la que aún no conocía ni su nombre, salida de la nada, se dirigió a él como un soplo de aire fresco y, ante su mirada atónita, le dijo sonriendole:

– La vida es lo que sucede, mientras hacemos planes.

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*Música: BSO «Verano del 42» (Michel Legrand) – Del film de mismo nombre.
**Fotogramas: Jennifer O´Neill (inevitable) y Gary Grimes.

12 comentarios en “VERANO del 42

  1. Nada aparece por casualidad y en los sentimientos menos. Hay que agarrarlos cuando súbitamente aparecen porque no volverán y los planes que hayamos hecho jamás servirán de nada. Una magnífica película y una música para el recuerdo. Un abrazo .

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  2. Dorothy, reconoció el alma sensible de aquel espectador, «exigiéndole» para su vida, un listón muy alto. Tras vivir con la hermosa tragedia de aquel recuerdo en soledad, descubre en otra mujer su mirada luminosa. Fallados todos sus planes, será la propia vida quien le ofrezca la verdadera oportunidad.
    Así lo ve este autor en su relato, damnificado en su día, por la belleza de una película inolvidable.

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  3. Hermoso relato en donde, al igual que su mítica película homónima, se describe, a través de una prosa poética y bien orquestada, llena de musicalidad y cadencias rítmicas (No olvidemos que quién escribe es COMPOSITOR antes que ESCRITOR y ello se delata palabra por palabra, frase por frase, y párrafo por párrafo ), las vivencias apasionadas y espontáneas de una adolescencia EXTRAORDINARIA en toda la extensión de la palabra
    No obstante, desde mi modesto y profano análisis, observamos como el autor sabe despertar nuestro interés lector al abordar, cómo nadie, historias paralelas de temas míticos y de gran curiosidad humana (LILI MARLEN, HOTEL CALIFORNIA, VERANO DEL 42 ect), ello engancha y convierte su lectura en deleite de los sentidos.
    Dos palabras que resumen la mejor crítica para un escritor, para un arquitecto de las palabras: ME GUSTA.
    Así pues, espero seguir compartiendo lecturas conforme se vayan produciendo, conforme se vayan configurando.

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  4. Es muy agradable y de agradecer tu comentario. Quizás, en el fondo ambos compartimos la idea de que una vida sin pasiones, es como una muerte sin haber vivido. Una palabra de gente como tu, ayuda a no despertar, seguir soñando y contarlo. Siempre habrá alguien que lo entienda. Gracias de nuevo.

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  5. La cuestión es qué sucede cuando te has creado ese “universo onírico” propio y recurres a él con demasiada frecuencia…. la realidad, lo cotidiano, existen pero son vulgares, incomparables con lo que tu fantasía te ofrece.
    Hace un tiempo, me prohibí soñar… me obligué a poner los pies en la tierra y la atención en lo que me rodea, pero aún a veces, cuando la voluntad afloja, viene mi “Dorothy” y , aunque solo por unos instantes, me deleito con su recuerdo

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  6. Tu comentario, además de exquisito, es coincidente con el mensaje de mi relato.
    Pero hay algo que quiero matizar: No puedes prohibirte soñar, pues sería como si el ave mas bella – que lo serás, sin duda- se automutilara las alas.
    Soñar, para ganar o perder, siempre es un triunfo, hasta morir «viviendo» y no vivir «muriendo».
    Gracias por tus bonitas palabras.

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  7. «La vida es estar siempre a la espera de algo que nunca llega»
    Es lo que me digo un día detrás de otro, lo que me crea una gran frustración. El ser humano es un inconformista, o yo soy una inconformista, no lo sé. La verdad es que pasado los años y echando la vista atrás, veo que no he cumplido ninguna de mis perspectivas, que realmente tampoco tengo muy claro cuáles eran, solo que el tiempo ha pasado, sigue pasando y que ya me queda apenas un suspiro.
    Confieso que no he vivido, eso sí, lo tengo claro.
    Siempre es un placer leerte Pepe.
    Un saludo:
    Elisa

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  8. Es que se trata de eso: perdemos el tiempo en trazar demasiados planes mientras la vida sucede.
    De cualquier forma el inconformista es un ser libre siempre, aunque sus anhelos no se cumplan y es mejor la libertad de la soledad que la «prisión» de una compañía o situación no deseada.
    Gracias por tu lectura amable.

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