FERIA

Farolillos-3-Pincelada


«…sus sonrosadas mejillas acaloradas, denunciaban el grato ejercicio de la felicidad en aquella noche…»

Aun no siendo muy dado a los bullicios, en la fiesta de aquel pequeño pueblo entregado al mar y que no visitaba en mucho tiempo, no le fue difícil reencontrarse con algún amigo y compartiendo unas copas, disfrutar de agradable conversación, trampeando con nostalgias del pasado.

El buen rato, al poco se vería truncado por los excesos del festivo garito, que transformaba la, hasta en ese momento agradable música y según anochecía, en altísonos rítmicos y repetitivos sonsonetes, diría él, de carácter “étnico-colonial”.

Incomodo, no podría soportar mucho tiempo aquel algo agotador ambiente y, entrada la oscuridad, decidió escapar a oxigenarse, copa en mano, mediante un paseo por la cercana playa orillada de grandes rocas vestidas de algas verdes que, perfumando la noche de puro mediterráneo, se ofrecía además generoso campo y camuflaje para jóvenes exploradores de nuevas sensaciones.

Los alejados destellos variopintos de la jubilosa luminaria festera y los efluvios de los desbocados “tempos” musicales, mitigados por la distancia, favorecieron recuperar el sosiego que necesitaba su cabeza cuando, sin pretenderlo, comenzó a echar cuentas de tiempos pasados, en aquel vivido y pequeño lugar.

Luna rielando-2Una gran luna rielaba tímida en las aguas calmadas, bajo un cielo claro y estrellado que espoleó su imaginación, una vez sentado sobre una de las grandes piedras, perdiéndose en la contemplación.

A no muchos metros y entre la penumbra reinante, podía escuchar voces aniñadas, palabras entrecortadas, lúdicas pretensiones y negativas entre sonrisas, de las que no era muy difícil deducir maravillosas escaramuzas entre jóvenes, abriéndose al horizonte de los sentidos.

Súbitamente, brotando desde la negrura, una pareja de adolescentes, acercándose y con desparpajo, se dirigieron a él.

– Hola… ¿tienes fuego?

– Si claro, toma…- A la diminuta llama del encendedor, emergieron aniñadas fisonomías de una pareja probablemente de no más de catorce o quince años, con media sonrisa en sus caras, radiantes de juventud.

En sus manos, una botella de plástico, sin duda con alguna “mezcla” al uso obligado de la ocasión.

– ¿Sois de aquí? – les preguntó curioso.

– Si claro, de muy cerca, tú también ¿no?, ella dice conocerte de vista – dijo en referencia a su amiga.

– Has venido a la feria, como nosotros ¿verdad? – esta vez fue la chica quien lo interpeló, tras una “calada” del cigarro que su amigo acababa de ofrecerle.

– Pues sí, debo de confesar que estas pequeñas y populares fiestas, me gustan; además en un instante puedes aislarte un poco de la algarabía, que es lo que hago, posiblemente como vosotros ¿no?

Los dos jovencitos se miraron mutuamente, sonriendo tan graciosa como maliciosamente, ante la inocencia de su comentario y tras una sencilla despedida, desaparecieron de nuevo en la penumbra.

Piedra ancha-1-recortada

En ese instante, como victima de un espejismo, se encontró en este mismo lugar años atrás, irrumpiendo en sus recuerdos aquellos atardeceres sobre la arena en el rompeolas donde, inocente explorador, iniciaría la ruta sedosa de la piel de aquella  chica de hermosos ojos que, con temerosa mirada y compartiendo un botellín de «coca-cola» con algo de “gin”, trataban de desinhibir cautelas.

Pensando en entonces, sonrió preguntándose quién de su generación no había vivido su particular “Scarborough fair”, o no había ofrecido la calidez de sus brazos a alguna “mrs. Robinson”, con el sol rendido a la oscuridad.

Fuegos artificiales-1-recortada“¿Vas a la feria de Scarborough?
Perejil, salvia, romero y tomillo
Saluda a alguien que vive allí
Ella fue una vez mi verdadero amor

Dile que me haga una camisa de batista
Perejil, salvia, romero y tomillo
Sin costuras ni bordados
Entonces ella será mi verdadero amor…”

¿Quién, al igual que estos muchachos, no aventuró ese camino como ellos, acosando la suerte…?

¿Quién no había pedido lo imposible, con la pueril excusa de que, de lo contrarío, no sería su verdadero amor…?

Ensimismado en el visionario recuerdo de aquella música, no había pasado mucho tiempo cuando, otra vez, saliendo cogidos de la mano y de entre lo oscuro, aquellos adolescentes tras un breve saludo pasaron ante él, tal que, de cara a las festivas luces, sus sonrosadas mejillas acaloradas, denunciaban el grato ejercicio de la felicidad en aquella noche.

A partir de ese instante, dejó de pensar en sí mismo levando anclas del pasado y, sorprendido por la belleza en su derredor, observó como la naturaleza le mostraba que todo fue y es igual, siguiendo el mismo patrón, con las mismas oportunidades antes y ahora pues, con seguridad, la penumbra no entendía de edades ni tiempos, en el puro gozo.

Campo de trigo-2Los lujuriosos sembrados campos verdes y dorados, contemplados esa tarde llegando al pequeño pueblo, salteados de coloridas silvestres florecillas, pensó, eran parte del decorado que, repitiéndose, estación tras estación, año tras año, al igual que el cielo estrellado en las noches tranquilas junto a la ribera del mar, siempre estuvieron y están a disposición  de nuestra fuerza creadora.

Todo aquel “continente” no era, sino, la gran fiesta de la naturaleza que, tozuda, nos invita ahora y siempre, apartando angustias pretéritas, a crear y celebrar la verdadera y eterna belleza del atemporal presente, en cualquier momento de nuestras vidas.

Entonces se preguntaría ¿porqué nos encerramos tanto en nosotros mismos, en nuestro pasado? ¿porqué no hablamos o escribimos de otra cosa, que de nuestras aciagas melancolías? Nos cuesta entender que, esa naturaleza, eclosiona cada día con la capacidad de renovar nuestra existencia, al único ritmo de nuestra voluntad para, reinventándonos, cerrar viejas claraboyas y abrir aireados ventanales.

Así, entendió el maravilloso ciclo que nos invita, sin duda alguna, a que en cualquier momento, ese “niño” que llevamos dentro, resucite nuevas curiosidades llevándonos a novedosas y placenteras experiencias, que nos hagan sentirnos vivos, liberados de nostalgias, en el irrenunciable presente.

Tranquilizado y lejos de sus obsesiones, volvió al epicentro del festero lugar pero, esta vez, hasta una pequeña apartada y tranquila tasca, de variopinta “babélica” clientela.

Al poco rato y al otro lado de la escueta barra, una hermosa mirada  enfrentada a la suya y quizás compartiendo igual soledad, intuyó señalarle la terraza del pequeño bar sobre la escollera, donde encontradizos, se abrirían hueco en la tenue luz de la apacible noche.

La naturaleza, con todo su generoso potencial, seguía ofreciendo su mágico escenario para que, actores del presente, integrarnos en su obra recordándonos que, sin mirar atrás, hay caminos por hacer y que el momento siempre es, ahora, en la gran feria de la vida.

Luces feria-1-pinceladas

*Musica y versos: «Scarborough Fair«, canción  popular medieval inglesa.
Anna Comellas (cello) and Rosalind Beall (guitar).

14 comentarios en “FERIA

  1. Me haces vivir cada una de tus historias con situaciones que parecen sacadas de aquello que me sucedió o de lo que me acontece ahora, no sé por qué. Y es que no hay nada nuevo porque todo se transforma para seguir siendo igual, no importa ni el lugar, ni la edad y mucho menos las circunstancias. Una redacción preciosa y una música que me traslada también a otro lugar, a otro tiempo. Gracias por ello. Un abrazo.

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  2. Una vez leído, o mejor dicho, una vez gozado este hermosisimo relato, me mantengo en mí primera crítica, el uso y disposición de las palabras, de las oraciones, de los párrafos rezuman poesía y buen hacer, es una arquitectura que invita a soñar y a evadirse del «mundanal ruido» sumergiendote en ese mundo de sentimiento y sensibilidad que tanto nos empieza a faltar en estos tiempos tan superficiales y convulsos.
    ME GUSTA , así de simple, aunque me empiezo a plantear si eres mejor MÚSICO o mejor ESCRITOR (léase Prosista Poético), o quizás las dos cosas a la vez que tan bien han casado a lo largo de la «noche de los tiempos «.

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  3. Ambas disciplinas convergen en el mismo sujeto inspirador: “mi derredor”. Me limito a contaros cuanto observo por mis propios ojos o imaginación, a veces con más acierto que otras. Pero cuando te llegan palabras tan generosas sobre tu trabajo como las tuyas, pienso que mereció la pena, a sabiendas de quedarte en el transitar de este camino de sensibilidades. Gracias de nuevo por tu inmerecida esplendidez.

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