MORAYMA, la reina rota

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«…vivían un sueño apasionado, pero sin saberlo, prisioneros en una “caja de cristal”, Granada, de previsible aciago final…»

Me llamo Yusuf Ben Al Halim y como sabéis, el destino me trajo a terminar mis días aquí entre vosotros, tras haber servido casi desde mi niñez, a los Sultanes de Granada.

… Nací, como en ocasiones os dije en Medina Lawsa (Loja), donde mi padre Najib Al Halim, era el consejero de confianza de Ali Athar, alcaide de la ciudad fronteriza.

Fue así como el anciano, de larga e inusitada edad, se presentaría la primera vez en una tetería del zoco en la medina de la Ciudad Santa, hecho que solo hizo tras la muerte de su exiliado rey, aquí en Fez, y al que daría tierra en una pequeña “musalla” o mezquita, poco tiempo antes.

El buen Yusuf lo acompañaría, sirviéndolo, hasta el último día de su solitaria vida, vencido por los recuerdos que jamás pudo apartar de su existencia.

Últimamente, ya apenas acudía al zoco por su lastimosa movilidad y, cuando lo hacía, era tan bienvenido como raro que los conocidos presentes no le interpelaran continuamente por su ajetreada vida en el último reino de Al Ándalus y sobre su rey, al que en esa ciudad sirvió hasta su desaparición.

– Yusuf, buen amigo, Alá te guarde y bendito sea que nos regala tu compañía – le saludaron al entrar al viejo local donde solía ir, desde algún tiempo muy de vez en cuando – Sabes, nos tienes siempre ansiosos por verte y escuchar tus historias, tu vida unida a tan majestuosos linajes de al otro lado del mar ¿Qué nos contarás hoy?

… ¡Bien hallados seáis…! Alá quiso que sobreviviera a mis reyes contra mi deseo, sea su voluntad, pero que sirva para alabar la memoria de mis señores, hasta que el Todopoderoso me reúna con ellos.

– Sabemos de tu rey, que vivió entre nosotros hasta hace poco tiempo, en gran soledad, pero nunca nos hablaste de tu reina…, la que murió en Al Ándalus con un final seguramente tan triste, como desconocido – le interpeló un tertuliano.

… Si, si…, apenas nadie habla, ni sabe de aquella gran mujer insuficientemente recordada. Pero, os diré, fue el gran y único amor del Sultán Abú Abdallah-Babdali, que jamás volvería a tomar esposa, además de muy querida por su pueblo ¡Alá los tenga en su gloria! – prosiguió, advirtiendo el interés, por lo que nunca había hablado.

– ¡Alabado sea! – contestaron sus amigos, expectantes.

**  Morayma-13-Recortada… Su nombre era Maryam – continuó el viejo Yusuf – pero todos desde niña la llamábamos cariñosamente Morayma, y así sería conocida por siempre.

De repente, al solo mencionar su nombre, hizo una pausa mientras sus envejecidos y cansados ojos sin poder remediarlo, se humedecieron. Un rictus de amargura en su cara, denunciaba el dolor que, solo recordarla, le producía.

Los presentes, conscientes de la emoción del pobre anciano, aguardaron que se sobrepusiera sin decir nada.

… Era la hija y preferida de Ali Athar, como os dije alcaide de Loja, un gran hombre, que además de Alguacil Mayor del Reino de Granada y el mejor general en su defensa, dedicó toda su fortuna y fidelidad hasta su muerte, en ayuda de sus reyes.

Nació allí, en la fortaleza de su padre – siguió hablando – donde creció con la educación propia de una familia noble, y así sería su comportamiento.

En aquel tiempo – comenzaba el anciano a entonarse – cuando Ali Athar salía de combate ante el constante hostigamiento del rey Fernando, casi diariamente, lo hacía acompañando al Príncipe  Abú Abdallah-Babdali, mal llamado por los infieles “Boabdil”, e hijo y heredero del Sultán de Granada Mulay Hasan.

Recuerdo que en cada salida o batida, Ali Athar, encomendaba a mi padre, la protección de Morayma en su ausencia, sobre todos sus bienes o intereses, tal era el amor que por ella profesaba.

Así pasaron unos años en que aquella niña transformada en una adolescente,  no ocultaba su juvenil admiración por el príncipe nazarí, cuando alguna vez que, de regreso de sus batidas, pernoctaba en su fortaleza o departía con su padre, permitiéndosele estar presente, ocasionalmente.

Para Abú Abdallah-Babdali, tampoco pasaba desapercibida la joven. Sin ser muy alta, su armonioso cuerpo enfundado en juveniles y atractivos vestidos, dejaba adivinar contornos de ensueño, propios de una mujer tan hermosa como agradable en el trato.

A partir de entonces, era rara su visita en la que no procurara tener apartados encuentros con ella. Solo ver el cruce de sus miradas, recuerdo, testimoniaba suficientemente unos sentimientos mutuos que iban acercando sus almas, sin remedio.

– ¿Y que ocurrió?, sigue… – le insistieron ávidos, tras una pensativa pausa  de Yusuf.

… Yo era un joven algo mayor en edad que el príncipe, y recuerdo acompañarlo en las escaramuzas a las puertas de la ciudad en las que  ya me forjaba como soldado, cuando estas cada vez eran más frecuentes y agresivas , siendo necesario todo el esfuerzo de la guarnición en su defensa.

Toda la concurrencia, en silenció alrededor de un par de  shishas o pipas de agua, escuchaba sus explicaciones entusiasmados con las historias del viejo Yusuf, sin mover un músculo, prendidos en sus palabras.

Mondujar-7… Un día, el alcaide Ali Athar, padre de Morayma, me hizo llamar para lo que sería sin duda el compromiso más honroso y, con el tiempo, más amargo de mi vida.

– Yusuf Ben Al Halim, hijo de mi fiel Najib – me saludó mi señor, que Alá lo guarde,  prosiguiendo – Sabes la necesidad defensiva del reino en la que tengo empeñada mi vida, hacienda y hasta el último hombre, incluso tu propio padre, ha de estar a mi lado en la batalla.

… Has probado tu valor y fidelidad a mi servicio y he de pedirte, El Señor es nuestro testigo, un especial e ineludible servicio, para el que habrás de jurar que, desde hoy en nuestra ausencia y en el futuro, dedicaras tu vida, como hasta ahora lo hacía tu padre, a la guarda y custodia personal de Morayma, mi hija. Aquí y allí donde vaya, hasta el final de tus días, serás su sombra y, por ella, entregarás la vida.

– ¡Oh mi señor…! Tu mandato y voluntad es el mayor honor y gozo que puedo tener y mi propósito cumplirlo hasta el extremo que se me demande. Seré el escudo y valedor de tu hija, mientras  mi cuerpo se mantenga erguido. Alá y nuestro Profeta, son mis testigos.

– ¡Ohhhhh…!  ¡Alabados sean! – se escapó una exclamación sentida por los presentes.

…Y así fue como – confesaba con palabras emocionadas – desde entonces, acompañé a sol y sombra, noche y día, a aquella niña que ocupó los tiempos felices de mi vida, tanto como los más trágicos y dolorosos. Sería la voluntad de Dios.

– ¡Alabado sea! Sigue, por favor, sigue contándonos su historia…

… El príncipe Abú Abdallah-Babdali, hijo del Rey nazarí, era un hombre tranquilo de porte real y con gran corazón, a la vez que cuando se requería, de talante como el de su estirpe, fuerte y arrogante. No muy alto, de ojos claros como su tez, ofrecía una mirada que inspiraba un espíritu magnánimo y noble.

A todas estas virtudes las acompañaba de un gran valor en la batalla, así como de su habilidad diplomática, de lo que dejaría constancia en su triste final.

He de deciros – prosiguió el anciano –  que sabedor de mi juramento al padre de Morayma, el rey me trató siempre con gran cercanía, disfrutando de su confianza y reconocimiento, sabedor de que mi presencia junto a ella era obligada.

El silencio se hacía cada vez más sepulcral, pues el dolor del viejo Yusuf, acompañaba a cada una de sus palabras, y el respeto de sus oyentes se manifestaba en calladas esperas, hasta que repuesto, continuaba.

… Al no mucho tiempo, se anunciaría la boda del Príncipe nazarí y la joven Morayma, que contaba con solo quince años.

No fue una gran fiesta de mucho ornato, pues su padre Ali Hatar, de mermada economía, como os dije, dedicó toda su hacienda en la defensa de la ciudad, puerta del reino y su vega.

Recuerdo que… – titubeó ante la expectación de sus amigos – aquel día Morayma  vestía saya y chal de paño negro sobre el que, una toca blanca, que aún cubriendo parte de su rostro, no podía ocultar la sensual belleza de su cara, ni apagar el brillo de sus hermosos ojos.

Eran una pareja de niños que se adoraban… – se interrumpía constantemente emocionado – unidos solo por amor, vivían un sueño apasionado pero sin saberlo, prisioneros en una “caja de cristal”, Granada, de previsible aciago final, que los hirió trágicamente.

–  Pero, sería algo hermoso y de prometedora felicidad su vida ¿no? – alguien comentó.

… No, no… – contestó el anciano, negando a la vez con el movimiento de su cabeza – sus existencias fueron de una soledad desdichada.

Mi pobre reina, solo tuvo dos momentos de felicidad en su vida. Uno de ellos, fue este tiempo breve en que se conocieron de adolescentes, hasta unir sus destinos.

El pobre Yusuf, parecía que en cada evocación de todo aquel tiempo sentía daño, tanto, que tembloroso en su hablar y con su mirada perdida en el vacío, proseguía como si reprodujera un mal sueño, entre espaciadas pausas en las que tomaba aliento para seguir.

… Al joven Príncipe – continuó ante la impertérrita atención de los presentes – no solo le tocó vivir un tiempo convulso en su reino entre luchas intestinas por el poder, sino que, hubo de soportar a su despechada madre, Aixa, que lo enfrentaba continuamente con el Rey su padre, quien había tomado por esposa a la cristiana Zoraida, consiguiendo convertirlos en enemigos.

Alhambra-3-RecortadaMorayma, jamás fue feliz en la Alhambra.  Inmersa en el constante conflicto familiar por el poder, intentaba mediar con su autoritaria suegra a favor de su esposo, tratando de evitar el enfrentamiento con su padre y procurar el buen y normal gobierno, así como defensa de Granada.

Cada día podía verla sufrir por su amado príncipe, en aquella causa perdida que, aunque desdibujada en el horizonte, se cernía amenazante, sin pausa, sobre el reino.

A la par de ella, yo sentía el mismo dolor callado… – el anciano, tras una pausa pensativa, continuó – más aún, cuando desolada y entre lagrimas, pasaba sus tardes en la más seca de las soledades, viendo desde lo alto de una torre, como su amado se alejaba a la batalla entre la soldadesca, sin apartar la mirada de la estela polvorienta que su caballo dejaba.

– Pero Abú Abdallah-Babdali, era el Príncipe, tenia poder y su pueblo lo quería… – asintió alguno de los presentes.

… Si, si…, cosa que aprovechó su madre para, con sus seguidores y en ausencia del Rey Mulay Hasan, proclamarle Sultán de Granada. A raíz de ello, también lo enemistaría con su tío El Zagal, otro aspirante al sultanato.

A la vuelta, su padre encarcelaría al joven príncipe, a la vez que mandó confinar a Morayma en un “carmen” del Albayzin, separándolos de forma tan cruel para la joven pareja, que sin verse, apenas podían vivir el uno sin el otro.

Para colmo, allí  en su aislamiento – continuó – hubo de conocer la muerte de su padre Ali Athar y el encarcelamiento de su esposo Abú Abdallah-Babdali.

… ¡Dos veces fue encarcelado! – exclamó con énfasis el anciano –  tras otras tantas huido de su padre y tío, el joven sultán.

– ¿Y qué pasó, como terminó tanta lucha intestina y suicida…? – preguntó uno de los presentes, con buen tino.

… Tuvieron que ser los infieles Isabel y Fernando, quienes liberaran de su propio padre al joven Príncipe.

– ¿Los infieles, sus enemigos, liberaron a Abú Abdallah…?

…Si, si…, reponiéndolo más tarde como Sultán de Granada, pero no gratuitamente. Hubo de prestar vasallaje y compromiso de parias a los monarcas de Castilla y Aragón, pero lo peor, estos exigieron como rehenes a los hijos de mis reyes, como garantía de cumplimiento del pacto acordado.

Casi siete años, pasaría la reina Morayma sin ver a sus hijos, si bien cuidados al extremo por los reyes infieles, estos crecieron en la fe y educación cristiana.

– ¡Alabado sea el Señor! – se pronunciaron indignados los presentes.

… Privada de ellos,  mi señora dejó de ser la misma, su salud se fue quebrando y sus pocas fuerzas, solo las dedicaba a la atención de su marido, tratando de ayudarle y compartir el futuro incierto que ante ellos se cernía.

Un día Morayma, con aspecto desolado y secretamente, me pidió:

– Mi buen Yusuf, iras al Albaycin sin nadie saberlo, y habrás de traerme hasta mi al astrólogo de nombre Kulmut, al que he de consultar.

Astrologo-2-Recortada… Y así lo hice. Una vez el sabio estuvo en presencia de mi reina, ante mi sorpresa, ella le interpeló únicamente por el horóscopo y futuro de su marido el rey.

– Señora – circunspecto, le contestaría el anciano erudito – Abú Abdallah-Babdali, vivirá mucho para sufrir mucho.

En ese momento el anciano Yusuf no pudo contener un puro llanto ante el silencio respetuoso de todos, que una vez más, esperaron se sobrepusiera, hasta poder seguir con su angustioso relato.

… Recuerdo – siguió, todavía entre sollozos – cuando llegó el rey, como en cada ocasión, su primera visita era para su esposa, que al verle llegar, arranco a llorar desconsolada con su secreto sin confesarlo.

La tragedia ya anidaba en el ambiente y solo necesitaban mirarse para entenderlo. Abú Abdallah-Babdali, la abrazó con ternura, mientras, con su mirada perdida en el horizonte, exclamó:

– ¿Porqué la muerte no ha querido, ni quiere de mi nunca?

Una gran pausa de Yusuf, solo fue acompañada, una vez más, por el silencio de los presentes, aturdidos por el inmenso drama de sus señores.

…Si y así hasta que esa mágica y frágil “caja de cristal” que era Granada, les estalló en sus manos.

Mi rey terminó rebelándose contra el acuerdo injusto con los reyes infieles, que arruinaban a sus gentes ahogando sus vidas y haciendas, pero su contestación, el poderío militar exhibido por los cristianos, fue inapelable.

A partir de esos días, el gran guerrero y diplomático que fue mi señor, dedicaría todo su esfuerzo a salvar al mayor número de sus habitantes, pactando unas capitulaciones lo más honrosas posibles y con la promesa de Isabel y Fernando, del salvaguardó de vidas e intereses de los musulmanes que quedarían en el reino nazarí, así como de cuantos le acompañarían a él en el destierro.

¡Con cuánto dolor recuerdo aquel día del fatídico y frío mes de enero! El séquito real – continuó Yusuf –  abandonó definitivamente la última joya del Islam, dirigiéndonos a las tierras de Andarax en Almeryya y parte de las Alpujarras granadinas, señorío que les fue dado en propiedad e instalándose como reyes en Laujar, emplazamiento de su gusto que, rodeado de montañas, agua y vegetación, era un autentico vergel.

– ¿Fue entonces, cuando perdiendo de vista Granada, se le increpó llorar como una mujer, por no defenderla? – preguntaron sus amigos, conocedores de la leyenda.

Boabdil-el-Chico-1-Recortada… No, No…, Abú Abdallah-Babdali, mi sultán y señor, el mal llamado por los cristianos “Boabdil”, no lloró nunca en ese trance. Todo eso fue una falsedad de los enemigos entre su propia gente. La suerte anunciada de Granada, tanto como el sueño de todo Al Ándalus, agonizaba desde años antes, por sus propios egoísmos y desencuentros entre hermanos.

Cuando cruzábamos el último collado – siguió narrando el anciano – desde el que se perdía de vista la vega granadina, mi rey de repente, volviendo su caballo hacia el gran valle y con el alma rota, pero con la altivez y dignidad propia de su persona, la contempló por última vez, tras lo que volviéndose hacia Morayma, invitándola a seguir, le diría:

– Habrá un lugar, no lo dudes mi reina, para ti y para mí, donde solo nuestro amor cegará cualquier otra luz.

– ¡Que  triste y dramático hubo de ser abandonar tanto…! – comentaban entre sí, cariacontecidos los presentes.

El viejo Yusuf con sus pequeños ojos medio cerrados por un momento, parecía revivir aquel preciso instante que narraba, como si hubiera sido el último de su existencia.

… Pero ¿recordáis que os dije que mi reina solo tuvo dos momentos de felicidad en su vida?

Laujar-1Pues aquí en Laujar de Andarax, si no por mucho tiempo, fue su segundo y postrero momento de felicidad, donde más cerca se sintió de su amado rey y esposo, aunque la ausencia de sus hijos Ahmed y Yusuff, abundaría cada día más en su enfermedad, que tomaba tintes preocupantes por momentos.

Yo, quien os habla, como la sombra suya que fui toda su vida, la acompañaba junto a sus damas, cuando su delicada salud se lo permitía, a pasear entre arroyuelos de agua cantarina o a recoger flores silvestres para engalanar sus habitaciones, en espera de la llegada de su esposo, cuando alguna tarde salía a cazar con sus halcones y perros, tras lo que se entregaban el resto del día a disfrutar en compañía.

Tampoco, este tiempo de bienestar, pudo gozarlo mucho – matizó el viejo Yusuf.

Cumplidas sus obligaciones con los reyes cristianos, se les rogó, tras siete años de alejamiento de sus padres, que sus dos hijos volvieran a vivir con ellos y, aquellos de buen grado, accedieron.

Ahmed el más pequeño de los dos, llegó hasta Laujar con sus padres, un año después del exilio, tal que educado en la fe cristiana, ni siquiera reconocería ni mostraría afecto alguno por su madre, que en estado delicado, se encontraba postrada en cama, tratando desolada, de ocultar su pena.

– No has de preocuparte Morayma – le dijo el rey a su esposa que no podía ocultar su decepción, con sus ojos humedecidos –  igual de fríamente se ha comportado conmigo, pero el tiempo lo cambiará, no lo dudes.

… Más sosegada, la reina preguntó entonces por su primogénito Yusuff.

El rey calló.

– ¡Dios sea con ella, pobre mujer…! – exclamaron algunos de los presentes, imaginando lo sucedido.

… Aquella noche – prosiguió el anciano Yusuf, con más gravedad que en ningún momento antes – conocida la muerte de su hijo mayor, fue la más trágica y desdichada para mi señora en toda su vida, tal que no encontraría jamás consuelo para su suerte, tan siquiera en los brazos de su rey.

El silencio de los presentes en la pequeña y vieja tetería, se tornó en duelo sentido por el sufrimiento de aquella gran mujer, conforme la iban descubriendo.

… Lloraba y lloraba – continuaba el anciano en tono desesperado – hasta que, sin saber cómo, de súbito, cayó al suelo desmayada y sin capacidad de reacción. Fueron llamados los médicos y al poco rato, ya en su conocimiento, no hubo ni un solo instante en que dejara de sollozar.

Morayma, mi reina, la gran señora, la sultana que vivió siempre en el amor y para el amor de su esposo, en ese instante, se había roto para siempre.

Apenas, tan solo unos días después, entre los brazos del sultán Abú Abdallah-Babdali, su amado rey, dejaría de existir.

Alpujarra-1Aquella noche y el siguiente amanecer, lloró toda su tierra y señorío. No se oyó ni el piar de un pájaro. Se detuvo la brisa nocturna y una luna que curiosa y dubitativa se asomaba, se escondió entre las nubes ocultando su dolor por la tragedia: Morayma, la única reina de Andarax y la Alpujarra, abandonó esta vida.

– ¡El Todopoderoso la guarde…! – cabizbajos y al unísono, se oyó la plegaria de los presentes.

Conteniéndose como pudo, Yusuf, el fiel sirviente de los últimos reyes nazaríes, encogió su cabeza sobre su regazo y cubriéndola con sus manos, no pudo evitar sollozar amargamente.

Otra vez más, el silencio se hizo eterno en el viejo bazar. Pero el anciano, estaba dispuesto a terminar su historia para siempre y, sacando fuerzas de donde pocas quedaban, decididamente siguió hablando entre la admiración respetuosa de sus amigos.

Cementerio Mondujar-3-Recortado… Destrozado el rey, ordenó su mortaja en blanco sudario y, perfumada de almizcle y alcanfor, dio instrucciones para su traslado a Mondujar, en donde le daría sepultura junto a todos los reyes nazaríes que, antes de salir de Granada, exhumó y más tarde enterraría allí en una rauda o nuevo cementerio real, junto a una mezquita, que ordenó construir para ellos. Allí entre toda la realeza nazarí, quedaría su mejor reina para siempre.

No puedo olvidar que, desde Laujar hasta Mondujar, hubo disputas entre todos nosotros, su gente, para portar el cuerpo de Morayma, hasta su último destino.

– Su esposo el rey, estaría destrozado de tanto dolor y llanto…

…No, no, tampoco aquí lloró. Mi rey guardó en todo momento su regia compostura. Solo su continuo silencio durante días y la expresión de su cara, delataba la dimensión de la gran batalla que se libraba en su alma desmembrada.

Volvimos a Laujar, con la orden de preparar nuestra marcha a Africa para quien quisiera acompañarle y, quien no, era libre de no hacerlo o partir en cualquier otra dirección. Él no viviría más allí sin ella.

Los Reyes Cristianos, conocedores de su infortunio e intención, facilitaron su marcha sin impedimentos ni exigencias económicas, procurándole tres carracas o barcos de fuerte porte, en donde embarcaríamos rumbo a la costa africana, con intención de instalarnos, como así fue, aquí en Fez.

Os diré algo más – proseguía con recuperado aliento, el viejo Yusuf – Mi sultán y señor, sobre cubierta, ni un instante echó la vista atrás mientras la carraca nos alejaba de la costa.

Pero sucedería que en un movimiento brusco del barco, perdiendo el equilibrio el rey, cayó de bruces sobre la cubierta, cuando sintió una mano en su espalda que lo ayudaba a incorporase.

Volviendo su mirada hacia quien le socorría, quedó mudo y sorprendido al encontrar los dulces ojos de Morayma, en la mirada de su hijo.

Si, si,… Ahora sí que Abú Abdallah-Babdali, al que terminarían llamando “Al-Zugabi”, el desdichado, abrazado a su hijo, lloró amargamente más tiempo del que podéis imaginar: todo el resto de su vida.

Y yo,  Yusuf Ben Al Halim…, que cuanto narro viví, os diré para terminar, que si mi rey hubo de entregar Granada, más fuerte y dolorosa fue la pérdida de su amada esposa Umm al-Fath, Madre de la Victoria o Maryam, conocida como Morayma, a la que tuvo que abandonar, envuelto en los recuerdos hasta su muerte, de  los últimos instantes mientras la entregaba a la tierra de la que fue su única reina.

Valle Lecrin-1
*Musica: Tradicional popular oriental.

** «Morayma» Oleo sobre lienzo de 200×145 cm de Carmen Lopez Rey (carmenlopezrey.com)

10 comentarios en “MORAYMA, la reina rota

  1. Gracias Pepe, un relato muy bello acompañado de una música que embriaga y nos hace profundizar en nuestros muy profundos pero sinceros sentimientos de nuestros orígenes reconocidos o no pero que a mí enorgullecen y con relatos y música como la que nos muestras renacen y suben y se muestran en la superficie de nuestra piel. Alma Cristiana, mudejar, mozárabe, Romana, fenicia…y para mí siempre tolerante y comprensiva desde una mente y formación universal de, por y para todos.

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  2. La música le va al relato como este al autor. Y qué decir tiene cuando los lugares no me son nada lejanos, no por tu historia magníficamente contada sino por su situación y su entronque con mi vida, fíjate. Y el amor, siempre el amor y el sufrimiento que consigo lleva. Sensibilidad y buena narrativa como siempre Pepe. Un abrazo.

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  3. Ameno relato de una historia a caballo entre lo ficticio/mítico y la realidad, donde ambos mundos se entrecruzan y se invaden formando un solo cuerpo descriptivo. Es una historia que te traslada desde el primer párrafo a un paraíso de ensueño y melancólico tiempo.
    Los sentimientos no son hijos del «Dios Kronos» , así se descubre y ratifica conforme vas avanzando en la lectura de esta bella historia, que te hace aflorarlos en lo más íntimo de tu persona, de tu alma.
    Más simple, HERMOSA HISTORIA BIEN NARRADA QUE GUSTA AL MÁS PROFANO DE LOS LECTORES.
    SIGUE PUBLICANDO!!!!!!

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  4. Me alegra querido amigo, te haya gustado mi personal y sencillo relato sobre la desdichada vida de Morayma que, junto a su esposo Abú Abdallah-Abdali, últimos sultanes de Granada, no han sido suficientemente comprendidos en su verdadera dimensión, él como político y ella como mujer, en el contexto mas aciago posible de sus vidas. Gracias..

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